CRECIMIENTO PERSONAL - 3ª Entrega



4 Claves Maestras para el Despertar de Consciencia.

En la 2ª Entrega ya habíamos desarrollado la primer clave. En la presente nos toca entender las tres restantes. La próxima Clave que nuestra comprensión ha de asimilar es “El Hacedor”.

Entendamos entonces a “El Hacedor”. Lao Tsu decía que definir el “Tao” era como definir la vida misma, o sea, era imposible definirlo. La vida se asemeja a un gran río que mantiene un constante dinamismo y nunca se detiene. Nada puede impedir su marcha. Cualquiera sea el obstáculo, el río lo sortea y sigue adelante hasta su meta que es mar. Lo importante para todo Ser es saber conducirse sobre las aguas de la vida dando la respuesta acertada para las pruebas que le toca enfrentar en su existencia. Nosotros sobre este río, cada uno con su balsa o elemento de navegación, que representa las pautas que originalmente nos rigen desde nuestro nacimiento y que significan los estímulos a superar, pruebas que elegimos confrontar como aprendizaje hacia nuestra iluminación, en pocas palabras, la misión que nos toca cumplir. Estas pautas, la balsa, las llevamos con nosotros, salvo que a veces no nos damos cuenta con que vamos navegando, ni que en determinados momentos a dicha balsa la podemos mejorar si así lo conscientizáramos. Pero esas pautas no son solo la herramienta con la que nos desplazamos sino que también inciden en las características del río por el cual debemos transitar, significando las enseñanzas que elegimos vivir. 


“El Hacedor” trata de hacer sin hacer. El “Conocedor”, que es el conocimiento, lo concientizado, nos permite saber hacer, que es como surge “El Hacedor”. Pero hacer sin hacer quiere decir solamente “Ser”. A simple vista puede resultar un juego de palabras sin sentido. Pero vamos a tratar de explicar. El “saber hacer” significa saber conducirnos en el río de la vida. ¿Y qué es saber conducirnos en el río de la vida? Es aprender a solo “Ser”, existir. Mantenernos impertérritos, ubicados en nuestro propio centro, como si estuviéramos en el ojo de un huracán, sin alterarnos frente a los acontecimientos de nuestro entorno. Como un madero que flota a la deriva sin poner resistencia a las diversas corrientes que caracterizan al río, simplemente flotar o simplemente “Ser”, sin intentar alterar ese río a nuestro antojo. Poder conectar con nuestro verdadero centro no resulta ser muy sencillo. Con un ego fortalecido a través de nuestro crecimiento tan condicionado por la sociedad, surgen torbellinos de pensamientos en nuestra mente, producto de ese condicionamiento,   y asedian nuestra consciencia sin dejarnos ver la verdadera realidad (tema que ya se ha desarrollado en las entregas anteriores) y nos obliga a vivir una vida estructurada a nuestro antojo y allí se genera el conflicto interno que nos atormenta porque o nuestros objetivos se ven frustrados o si los logramos siempre hay algo que nos hace sentir desconformidad con nosotros mismos; es que la verdadera realidad no coincide con la nuestra ni con la que nos quieren hacer creer. Venimos a aprender para trascender; a vivir nuestras lecciones en este plano para lograr una apertura de consciencia que es el conocimiento que nos posibilita crecer hacia la luz y sin embargo nos enfrascamos en lograr la riqueza material y el poder en forma desmedida solo para satisfacción del ego y muy poco o casi nada podemos rescatar para acercarnos a la verdad de la existencia. 


“El Hacedor” nos conduce a la no acción, a esa no acción que nos deja sintonizar con nuestro Ser interno, nuestro Ser original, quien es que contiene la esencia de nuestra verdad, la cual nos conduce a la vedad universal. Por eso “El Hacedor” nos dice que nos acostumbremos a no actuar, que busquemos la quietud de la observación y nos centremos. Es necesario aprender a quedarnos inmutables desde nuestro centro y ver los acontecimientos de la vida, incluyendo el asedio de nuestros pensamientos y deseos, observándolos atentamente para que en nuestra consciencia quede el aprendizaje que nos permite lograr un “crecimiento de la vivencia total”. Cuanto más inmutables y observadores permanecemos, nuestra conciencia asimila con mayor amplitud y nos permite absorber la totalidad del aprendizaje y eso es lo que llamamos “crecimiento de la vivencia total”, vibrando en una frecuencia que nos ubica más allá de la mente, el ego y la razón, en una dimensión espiritual.
Pero el observar no implica que no actuemos en la vida cotidiana, que no participemos de la actividad social o del trabajo, sino que lo hagamos estando centrados, que cumplamos con nuestros propósitos pero sin que las perturbaciones del entorno nos afecten, acción con la no acción, observar las perturbaciones sin identificarnos con ellas, perturbaciones que pueden ser externas pero también internas, de nuestros pensamientos, sentimientos o emociones. Y eso es la explicación de “El Hcedor”: “Aprendamos a navegar con libertad pero sin alterar el río”.
  
3ª Clave para asimilar, “El Testigo”.- *

El poder lograr solo ser, nos permite que aflore “El Testigo”. Cuando estamos observando un objeto podemos describir el hecho de la siguiente manera: el fenómeno se conforma de un objeto (un árbol) y un sujeto (el observador); pero como dice Osho, - ¿Acaso no hay un tercero que observa a los dos? ¿No hay alguien dentro de ti que observa a ambos? - Para darnos cuenta de ese tercero es necesario estar centrados y atentos; y ahí surge “El Testigo”. Osho explica que el observador y el observado son partes de un todo que es “El Testigo”. A veces se confunde el observador como “El Testigo”, pero el observador es una parte no la totalidad. Observar, estando relajados y centrados, sin abrir juicios del acontecimiento, ya sea el ámbito que nos rodea con sus acontecimientos o nuestros propios pensamientos y emociones, son la clave para que surja “El Testigo”. Por lo tanto el primer paso es “OBSERVAR”, no interesa el observador y lo observado, sino, el suceso de observar, estando relajados y centrados. No es importante intelectualizar el fenómeno, su explicación como se ha detallado solo sirve para demostrar las partes del fenómeno, los tres aspectos del mismo (objeto, observador y el tercero que se convierte en testigo). Cuando observamos una flor o cuando apreciamos una música para danzar, en el primer instante subsiste la separación (el objeto y el observador); pero si nos fundimos con esa flor o nos hacemos uno con la danza dejando de lado nuestros juicios, nuestra intelectualización y nuestra verbalización, permitiendo que el perfume sea parte nuestra y la danza nos lleve a su ritmo, desaparece la distancia surgiendo “El Testigo” fundiéndonos en la unidad. La experiencia se transforma en un verdadero éxtasis dejando que la vivencia sea la de nuestro auténtico Ser. No hay intervención mental, no hay un juicio, no se racionaliza, solo se vive el suceso y es la apertura a la comunión con la totalidad universal. 

Cuando se trata del ego, de la mente intelectual, de las emociones y deseos, lo que importa es observar sin intervenir.  Observar atentamente, manteniendo aquí sí la distancia para anular la identificación. No importan los resultados ya que puede ser frustrante estar pendiente de ellos. Permanentemente nos están acechando infinidad de pensamientos. Saltamos de unos a otros, incluyendo deseos y emociones identificándonos con ellos. Vivimos en constante tensión y nuestro verdadero Ser está oprimido. Verbalizamos cada acto de nuestra vida; si vemos una puesta de sol enseguida estamos diciendo que bonita o que colores, pero no la vivimos no nos fundimos con ella no dejamos que ocurra el suceso en silencio sin que nada lo perturbe, a fin de cuenta somos parte del acontecimiento. Dejemos de igual manera que los pensamientos pasen por la pantalla de nuestra mente sin intervenir y sin identificarnos con ellos,  tan solo observando, pero aquí, nada más. Es la manera de acallar la mente y su permanente acecho. Es así que la invitamos a descansar y a ubicarse en el verdadero lugar que le corresponde; no ser el amo de nosotros sino nuestro sirviente. No quiero decir con esto que el pensamiento y la mente sean dañinos, ni que el razonamiento y/o el lenguaje nos perjudiquen, sino que es necesario poner cada cosa en su lugar. El lenguaje nos es útil para comunicarnos en sociedad, la mente para servirnos y no para ser nuestro amo; las emociones son el efecto de nuestras actitudes y los deseos nacen de nuestros impulsos mentales. Cada cosa debe servir al propósito de la conciencia que es expresar sabiduría que enriquezca el espíritu. Para ello el comienzo es la observación y observando nos volvemos meditativos. Recordemos que la Meditación es el camino del equilibrio del Ser, o sea, es Salud Integral.

Permitir que surja “El Testigo” es la 3ª Clave para el despertar de consciencia. Ser consciente es estar atento y para estar atentos solo hace falta observar cada acto de nuestra vida. Sentir lo que vive nuestro cuerpo y comprender su comportamiento; ser conscientes del vertiginoso fluir de nuestros pensamientos y así llegaremos al lago de la quietud mental; observar también nuestros sentimientos y emociones y paulatinamente nos introduciremos en el crecimiento de la vivencia total. Reitero, lleguemos a ser “El Testigo”de nuestra existencia. “El Testigo” es la puerta que nos conduce a nuestro centramiento, a que resurja nuestro potencial innato, nuestro verdadero ser. Observar sin abrir juicio pero actuando en la vida, nos deja Ser.



La 4ª Clave es “El Dejar Ser”.-

En la 2ª Clave se expresaba que, “El Hacedor” nos conduce a la no acción, a llegar a solo Ser; nos enseña a saber hacer “no hacer”. “El Dejar Ser” es ese no hacer al que nos conduce “El Hacedor” mediante la comunión con “El Testigo”, o sea, el observar y estar centrados. Vaya paradoja, pero solo hay que poner consciencia para así asimilarlo. Una vez que llegamos a solo Ser y estar centrados, inmutables ubicados en nuestro centro para solo observar (fundamental es la acción en si, o sea, observar; lo observado y el observador no importan ni abrir un juicio sobre ello), viene la parte de la 4ª Clave; “El Dejar Ser”. La idea que se deduce de las palabras de Buda puede expresarse, salvando distancias: “Manteneos a flote como una tabla a la deriva sobre las aguas”. La tabla no pone resistencia a las corrientes impredecibles de los ríos, se adapta a las mismas y sigue su curso algunas veces undiéndose, golpeteando contra las rocas, pero surgiendo siempre a la superficie sin alterar su andar. Hay que emular a la tabla su firmeza y su adaptabilidad a los cambios vertiginosos de la vida. Podría decirse: “pero ir a la deriva no es un buen pronóstico para alguien que pretende el éxito en la sociedad”. Eso es lo que comunmente piensan quienes se plantean objetivos a alcanzar en una sociedad donde la competitividad mantiene los egos engordando. No se trata tampoco de no cumplir con nuestras responsabilidades. Se trata de hacerlo con consciencia, atentos y permitiendo que nuestro ser interno, el origen de nosotros mismos, tenga la oportunidad del crecimiento de la vivencia total. Como se hacía referencia en otras entregas ya publicadas, la educación convencional nos prepara para la competencia, haciendo crecer nuestra ambición. Esto es lo que quieren quienes dirigen la sociedad, pues de esta manera se fomenta el consumismo y eso es negocio. Si nos transformamos en individuos, libres de los dogmas y la  manipulación, de nuestras propias limitaciones, nos consideran peligrosos. Ser un individuo es descubrir las claves que nos llevan al despertar de consciencia y crecer hacia la sabiduría superior; esa cuyo reflejo llevamos latente en nuestro interior y que por diversas causas educativas ya explicadas, a quedado bloqueada en la profundidad del Ser. La libertad no implica revelarse contra ese poder dominante de una sociedad, sino revelarse contra las propias ataduras que nos han impuesto con la referida educación y que nos limitan a antojos externos a nuestro verdadero Ser. Libertad implica actuar con inteligencia, que a su vez es saber dar respuestas a los acontecimientos de la vida sin seguir recetas ni doctrinas establecidas. Libertad implica ser conscientes de nosotros mismos en la más amplia dimensión y del acontecer de la existencia, manteniéndonos centrados, relajados y observando sin expresar ningún juicio. Libertad es ser un individuo comprensible que actúa con amor incondicional hacia la vida y hacia uno mismo, transformándose en reflejo para los demás y para la existencia total; reflejo de la luz superior.  Para ello “El Dejar Ser”es la clave que nos reafirma en el Ser total, en nuestro verdadero Ser. La Clave que nos orienta a intervenir sin alterar el equilibrio y de allí a conocer la beatitud y a iluminarnos; o sea, llegar a casa; retornar al origen y fundirnos con el Profundo Amor de la Consciencia Cósmica Universal.

Reflexión.- 
Se que es muy difícil poder acceder a nuestro centro. En realidad es algo muy simple, pero de tan simple que es parece inalcanzable. Las cosas muy simples para nuestra mente no resultan importantes, no hay desafíos a los cuales superar; no representan conquistas que demanden luchas y esfuerzos; esto nuestro ego no lo acepta. Siempre quiere que nos planteemos metas, objetivos y cuanto más complejos mejor. Nuestra mente está permanentemente parloteándonos; no nos deja un instante, salvo en contadas ocasiones que es cuando se pone a nuestro servicio, cuando tenemos que tomar decisiones importantes de la vida o en actividades como nuestro trabajo; y en algunos momentos de nuestro descanso nocturno. Nos hace verbalizar todo lo que vemos, estableciendo un juicio sobre cada acontecimiento. Por ello desvirtuamos la finalidad del lenguaje que es comunicarnos en sociedad, pero cuando estamos solos no es necesario utilizarlo, aun así lo usamos. La palabra tiene su poder  y bien empleada nos eleva; nos permite sintonizar con las energías del Todo y emerge el Amor en nuestro Ser. Todo lo que se utilice en vano es intrascendente, no tiene un valor significativo, es engañoso. 

MI trabajo de crecimiento personal se basa en la búsqueda del Ser Interno. Ese que representa el origen de mi existencia.  Por ello sigo las claves ya referidas y me ayudo mucho con la Meditación, que es mediante lo cual se abre la puerta que me permite el crecimiento de la vivencia total y la comunión con la energía universal. Lo importante es conseguir los momentos que te liberen de los dogmas y preconceptos que impiden la libertad individual. Con esto no quiero decir que ya sea un iluminado. Ello es algo de lo cual no me ocupo, solo me limito a estar atento, centrado, lo más relajado posible y observar. Los resultados vienen cuando tengan que venir; cuando sea el momento oportuno; cuando las condiciones generadas sean las adecuadas y alcance las frecuencias vibratorias más sutiles, pero eso depende de pulsar correctamente el interruptor que posibilite que se ilumine toda la habitación. Siempre doy el ejemplo de la fórmula del agua H2O. Dos parte de hidrógeno combinadas con una parte de oxígeno en determinadas condiciones producen agua. El crecimiento personal se reduce a algo similar: hay que estar relajado, observar y no abrir juicios; y la puerta se abre. Cierto es que uno tiene altibajos. Por lo general trato de estar centrado en mi vida activa, participando de la existencia y de las numerosas pruebas que te da la vida; y es allí donde uno debe estar preparado. Parece algo imposible porque hay momentos que la mente altera mi quietud interior; intento observarla y la dejo que se manifieste sin identificarme con lo que ella me expone; así puedo regresar al estado de relajación, observación y no juicio. Simplificando, medito en actividad. Si se produce un hecho que me afecta directamente, como una discusión o una diferencia de opinión, prefiero no reaccionar y calmadamente esperar el instante oportuno y expresarme. Hay veces que uno no está atento y cae en la reacción lo que siempre después se lamenta. De mi parte se lo que se debe hacer pero hacerlo en un entorno social activo reconozco, no resulta sencillo por toda la historia educativa que llevamos encima, especialmente en la vida humana occidental. Solo concluyo que quienes tenemos la oportunidad de darnos cuenta porque nuestra energía vibratoria posee una herencia en niveles de frecuencia algo sutiles procedentes de vaya a saber cuantas vidas anteriores; tenemos la responsabilidad de seguir creciendo para regresar al Hogar que es la iluminación del Amor Profundo de la Conciencia Universal; y si está en que se tiene que dar, pues seamos servidores en la Luz, canalizando en nuestra medida ese Amor Incondicional. No olvidemos que primero es nuestra preparación y nuestros cuidados para poder seguir una misión. No podemos dar lo que no tenemos, por eso lo de nuestra preparación. Si cada uno se interioriza en crecer, el Planeta y el Universo también lo harán en armonía con la Totalidad. No es necesario que la masa crezca toda; es cada uno quien vive el proceso y por añadidura lo vive el Cosmos. En la música los acordes se forman con varias notas vibrando cada una en su frecuencia y de esta manera armonizan. Pero no se trata de que todas las nota vibren en la misma frecuencia porque así no formarían un acorde, sería un mismo sonido y no habría armonía. De forma similar funciona el Universo. La vivencia total es una gran armonía que permite el equilibrio de la totalidad. Por la ley de causa y efecto podemos garantizar que todo fenómeno que se sucede en la dinámica de la existencia, significa una causa que provoca un efecto posterior. El libre albedrío nos permite tomar nuestras propias decisiones, pero recordemos, cada decisión supone una causa que generará un efecto. Las energías universales son muy poderosas al lado de las que pueden originarse por causas humanas, por eso cualquier disonancia con las frecuencias universales provocan un efecto que restituye el equilibrio planetario a costa muchas veces de la integridad humana. Como decía Einstein: “Nada se destruye, todo se transforma”. Por lo tanto, es necesario que busquemos la transformación de nosotros mismos para lograr nuestro propio equilibrio natural generando causas que no vayan en nuestra contra y nos perjudiquemos a nosotros mismos. Una vez se equilibra nuestra naturaleza vibramos en resonancia con la naturaleza del universo y es así que se mantiene el equilibrio de la totalidad. El trabajo entonces es individual para encontrar la frecuencia original de cada uno y así sintonizar en armonía. Se trata entonces del crecimiento personal de cada uno y el crecimiento de uno significa el crecimiento del Todo. Ocuparse de sí mismo en descubrir en verdad quien soy nos lleva a la Verdad Universal. Esto no quiere decir que no nos ocupemos del resto ya que hay infinidad de seres que necesitan una guía. Es necesario tender una mano, pero sin descuidar nuestro propio Ser. No hay que apresurarse, los momentos llegan y cuando estamos prontos, es decir, centrados y en buena vibración, por inercia nos convertiremos en Servidores del Verdadero Amor.                                                                                                   

Angel Fantauzzi

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